Piezas de joyería livianísimas y coloridas, teñidas con tintes naturales como la yerba mate o la cáscara de la cebolla e inspiradas en las plantas y las flores. La cría de gusanos de seda detrás de la creación.
Gisela Martínez: diseñadora de indumentaria venía trabajando en seda y probando técnicas de teñido natural. Marcia Helman: diseñadora gráfica ya había incursionado en joyería y haciendo cursos relacionados al arte. Esto antes de que se cruzaran por primera vez en un evento y empezaran a armar acciones juntas.
En mayo de 2015 lanzaron su primera línea de Joyería en PuroDiseño, ya como socias y gestoras de Indómita luz, la firma de accesorios de moda que integra collares, aros y otras piezas que nacen de los capullos de gusanos de seda.
La particularidad de los capullos es brillo, su liviandad y la fijación de los diferentes colores naturales. Parece frágil pero no lo es. Es sólo una apariencia.
Los colores se obtienen de tintes y colorantes naturales hechos con yerba mate, cáscara de cebolla, cochinilla, semilla de achiote, índigo o azafrán. Todos los tonos son propios y el proceso se lleva a cabo en su taller de Nuñez. Usan el teñido en frío, sumergiendo el material durante algunos días, para que no alterar las propiedades del capullo.
El metal, la plata, la alpaca y el acero, se suma como soperte y complemento.
Gisela se inició en la cria de gusanos cuando estaba en el último año de la faculad. Por aquellos días conoció a Cristian Cabrera, un productor de seda de La Pampa, con el que trabajó un tiempo. Se apasionó con los procesos y la magia de la cria. Dictó seminarios, se capacitó con diferentes productores del país. Contratada por el INTA, capacitó a mujeres y niños en la actividad Sericícola.
De marzo a octubre, los meses de no cria, experimentó con la fibra, procesando los capullos para darle un valor agregado a la materia prima y así conocer y explorar las diferentes técnicas para procesar y obtener lana o shape de seda, paja de seda, hankies o papel de seda artesanal. Vendía en el país pero también a Suiza, España, Canadá.
Aunque las piezas de Indómita Luz se exportan a todo el mundo, la producción de Indómita Luz es 100 por ciento local. Una familia de El Dorado, Misiones, sigue de cerca el proyecto. Gisela y Marcia lo hacen desde Buenos Aires.
Seguir el proceso natural fue siempre una premisa de la marca. Por eso, al ver que algunos capullos no seguían una forma prolija y tenían una “deformación natural” crearon un línea en el que es aplastado, recortado, cosido e intervenido.
La joyería es para ellas un modo de expresión. Nos gusta probar con diferentes materiales, formas y procesos. “Los modelos surgen desde la intuición, el juego, la experimentación”, piensa Gisela.
Las piezas son como las especies en la cocina. “Son detalles que construyen identidad, que hablan de la persona que las porta”. Y las marcas también se reafirman en los detalles. Por eso, este año, con el cumplimiento del cuarto año en el mercado, renovaron el packaging.
Imaginaron que cada pieza viniera acompañada con la semilla de un árbol, pero se dieron cuenta de por el tamaño, era inviable. Replantearon la idea y llegaron a otra: un papel plantable cuya semilla contiene una hortaliza comestible, que se adapta a los países a los que llegan sus piezas: Estados Unidos, México, Chile, Brasil, Francia, Alemania, Portugal, España, Luxemburgo, Inglaterra e Israel.
De algún modo, replican así, la experiencia sensible de proceso que ellas viven y en el cual encuentran inspiración. Sensibles a su entorno, la naturaleza y en especial, la flora, admiten, es punto de partida de sus diseños. Las plantas y las flores que adquieren nuevos tonos, vuelan o se desdibujan en sus piezas para llevar.