Desde su proyecto NuxSur, la diseñadora industrial Agustina Domínguez Alzaga explora la materialidad que le inspiran sus sueños.
Me decidí a estudiar después de ver una exhibición de Leonardo Da Vinci; estaban todos sus inventos: bicicletas, helicópteros, y un largo etcétera. A partir de entonces supe que quería ser inventora y encontré en el diseño industrial una forma de acercarme a ese mundo.
Estudié en Buenos Aires y cuando me recibí me fui a vivir afuera. A la vez, en paralelo a mi trabajo, me involucré con los distintos oficios, recorriendo fábricas y talleres.
Hubo un momento en el cual me desencanté del mundo del diseño, lo asocié más al consumismo y a la falta de un mensaje. Con el tiempo encontré un lenguaje que me volvió a inspirar, y lo entendí más como una formación y una herramienta para poder transmitir otros lenguajes.
En octubre del año pasado lancé la primera colección de Nuxsur, un proyecto, o mejor dicho una exploración a través del diseño. Digo exploración porque las nueve piezas que la componen tienen una fuerte resonancia con una búsqueda personal, son un diálogo con el mundo de los símbolos y los significados.
Actualmente estoy reconectando con los sueños que son mi fuente de inspiración. Tuve un hijo hace muy poco y recién ahora estoy pudiendo volver a dormir y por lo tanto a soñar. Una de las pocas rutinas creativas que tengo es la de escribir o dibujar mis sueños.
Me interesa la posibilidad de desarrollar objetos muy grandes, totémicos, y también otros más chicos, como amuletos.
Para mi diseñar es jugar con las formas para transmitir algo, intentando encontrar un equilibrio entre lo que se está transmitiendo – el material, la forma de transformarlo – y su función.
Hay que ir encontrando el camino para lograr una armonía entre las partes, como en una danza. En un nivel más profundo, diseñar es también una forma de concentración, y un canal de expresión de mundos más sutiles.
Intento darle forma a un estado, a una sensación y a una idea a través de lo simbólico. Los sueños reflejan mucho los estados internos. Las imágenes que se revelan ahí son un disparador. Después me gusta empaparme de sus posibles significados, investigarlos a través de la astrología y los mitos. A partir de ahí me pongo a dibujar a mano hasta que la forma va apareciendo.
Actualmente estoy trabajando con fundición en bronce desde en un modelo impreso en 3D.
Una vez que la idea de la forma está clara, lo dibujo en la computadora. Este proceso me gusta mucho porque se empieza a manifestar la idea, se torna visible.
Cuando considero que está listo lo mando a imprimir. Luego, sobre ese modelo impreso, hay un trabajo manual de terminación con distintas técnicas. Finalmente viene la fundición. El método de fundición depende de la pieza y de sus características particulares.
Todos los talleres con los que trabajo están ubicados en la provincia de Buenos Aires y sin el oficio de estas personas nada de esto sería posible. Se trata de un conocimiento y un saber muy valioso, que lamentablemente está en vías de extinción.
Siempre diseñé, desde que tengo memoria. De chica hacía maquetas, mecanismos de defensa, jugaba mucho a los legos, pintaba. Además tengo una madre arquitecta así que lo creativo siempre estuvo presente de alguna manera.
¿Qué siento cuando trabajo? En el mejor de los casos es como una meditación, cuando logro un estado de concentración y la cosa fluye, está lleno de imágenes y es un proceso casi intuitivo. En el peor de los casos, cuando estoy con mucho ruido mental, me da impotencia. Siempre depende del momento.