La reciente obra del artista británico en Nueva York, convoca. Pero cada una de sus instalaciones a cielo abierto son imperdibles. Un repaso por las más asombrosas
El artista británico Antony Gormley es ampliamente aclamado por sus esculturas, instalaciones y obras de arte a cielo abierto que investigan la relación del cuerpo humano con el espacio. En Brooklyn, acaba de crear un garabato de aluminio para que los visitantes interactúen y conecten entre sí.
Desde la década del 60, en su trabajo a través de las esculturas, actualiza un compromiso crítico tanto con su propio cuerpo como con el de los demás de una manera que enfrenta preguntas fundamentales sobre la posición de los seres humanos en relación con la naturaleza y el cosmos.
El escultor británico, Antony Gormley intenta continuamente identificar el espacio del arte como un lugar de devenir en el que pueden surgir nuevos comportamientos, pensamientos y sentimientos.
Para su proyecto Another Time (2013) instaló en Crosby Beach (Inglaterra) 100 figuras de hierro fundido que observan el mar. Las figuras están inspiradas en el propio cuerpo desnudo del artista. En esta obra, el artista se pregunta cómo se siente el ser humano dentro del esquema de las cosas. Cada trabajo está necesariamente aislado, y es un intento de dar testimonio de lo que es estar vivo y solo en el espacio y el tiempo.
Chord (2016) es una “columna sin fin” que transmite una impresión de estabilidad e intenta hacer un puente sólido entre arriba y abajo. Esta columna está hecha de una miríada de poliedros unidos como una cadena y se agrupan en lugares de alta tensión. Las bolas reflejan el mundo a su alrededor. Esta construcción de bola y elemento se usa para modelar la estructura molecular, pero aquí se usa sin ilustrar ninguna molécula particular y elimina toda la simetría.
Block II (2017) es un bloque de granito rojo de 46 toneladas está hecho de 22 piezas de granito monolítico de Giallo Duna que se equilibran uno encima del otro utilizando su propio peso muerto para obtener estabilidad. La pieza fue concebida como “una meditación sobre el estado actual y temporal de la humanidad incrustada en la ciudad, reflexionando sobre su futuro”.