Plegar el papel, calarlo, elegir los colores y las texturas: la diseñadora gráfica recrea escenarios vividos en poéticas piezas de arte. En Berlín transformó su pasión en un emprendimiento.
Cuando Lucila Biscione se mudó a Berlín, hace cinco años, casada con un alemán, su fascinación por el papel se volvió un proyecto de lo más serio.
El cambio de país le dio la oportunidad de continuar con algo que ya había empezado en Buenos Aires: estudió dibujo (en el taller de Silvia Mato) y el último tiempo había empezado a trabajar con arte en papel y la técnica del papercut.
“El papel me permite plegar, aprovechar las transparencias, trabajar las diferentes capas. Es muy versátil y me da la posibilidad de generar profundidad y jugar con las sobras”. Lucila arma mundos de ensueño flotantes.
“En Berlín empecé a investigar la técnica de calado y descubrí que no sólo podía recortar, sino que, y eso era lo queme interesaba más, podía mezclarla con el dibujo: trabajar el papel con lápices o tinta. Involucrarme con el material, concentrarme en el proceso inicial antes de llegar a armar un cuadro”
“Trato de que mis piezas sean lo más honestas posibles porque surgen a través de historias personales. Muchas veces son relatos o momentos de mi vida. Selecciono una historia y, a partir de esa elección, me siento o me acuesto a visualizarla.
La relajación me ayuda a entrar en ese lugar: a recorrerlo, a ver de cerca las texturas, a reconocer a los personajes y a poder realmente habitar ese espacio. Me ayuda mucho a conectar con las sensaciones y mis emociones. A descubrir qué sentía yo cuando estaba ahí”
Si llego a recibir un encargo particular, le pido a los clientes que me escriban sus historias. Hago una reversión de lo que me cuentan en arte en papel.
Con esas imágenes en la cabeza, empiezo a dibujar, a pasar al papel. Investigo qué papeles voy a usar, defino los colores y las texturas. Cuando me siento a trabajar, ya tengo todos los materiales en la mesa de taller.
Empecé trabajando en casa, y después alquilé un espacio compartido con dos alemanes. Eso fue muy positivo porque me ayuda a tener que pensar y a hablar en alemán, algo que es difícil en Berlín, donde todo el mundo habla inglés.
¿En qué proyecto estoy trabajando?: En este momento estoy concentrada en el contenido de un taller que voy a dar en Berlín, en alemán. Estoy emocionada y contenta. Hace poco más de dos años empecé a dictar talleres en los que comparto mi proceso de trabajo. Me encanta enseñar.
Si programo un viaje, intento que mi trabajo venga conmigo. Di clases en Luxemburgo, en Barcelona, Madrid y DF, México. Y por supuesto, cada vez que viajo organizo algún taller en Buenos Aires o en Mar del Plata, donde pasé mi adolescencia.
Por estos días estoy organizando pedidos y cerrando un acuerdo con una empresa papelera. Acá uno se puede organizar el año de una manera prolija, porque los proyectos se generan con mucha anticipación.
Pero no es para nada fácil entrar a una cultura nueva. Si bien Berlín es una ciudad súper cosmopolita empezar de nuevo en un país con una lengua tan complicada y un clima tan diferente, es complejo.
El tiempo, en mi caso, lo fue acomodando todo. El arte, por supuesto, también ayuda. De algún modo, es un idioma universal y compartido.