En grandes lienzos de colores reinterpreta ese universo particular y lo hace en toda su complejidad.
Al ilustrador y escritor argentino Pablo Bernasconi su último trabajo lo tiene de lo más motivado y conmovido. Lo acerca a su niñez y a un universo repleto de historias.
En Bariloche, la ciudad patagónica a la que se mudó en 2001, acaba de terminar parte de un colección de obras que abarcan la historia del automóvil de carreras entre los años 30 y 90, teniendo particular énfasis en los años 60, “donde el desarrollo y el riesgo se hicieron más pronunciados”.
Hasta ahora tiene 50 obras terminadas, pero este es sólo el inicio.
“La serie va a ir completando a medida que mi interés vaya creciendo. Siempre sé muy bien dónde empieza, pero nunca dónde termina un proyecto”, aclara.
La mayoría de las obras mide 90 x 60 cm y cada una de las imágenes está trabajada con acrílicos y técnica mixta.
Su arte, comparte Bernasconi, profundiza no sólo sobre los autos, sino también sobre los pilotos, las figuras y sus vestimentas.
“Tuve la oportunidad de investigar los detalles que me parecían relevantes para retratar este universo y sus extravagantes componentes”, dice.
¿Cómo hiciste la selección?
Traté de ir abordando por épocas y por los íconos de cada una. Entiendo que puede resultar un poco caprichosa a veces, porque los gustos aparecen rápido y uno suele dejar de lado algunas fracciones de la historia que deberían haber ingresado también.
¿Algún modelo te llamó más la atención que otro?
Si, siempre hay autos con los que uno tiene más cercanía. Me inclino generalmente por los Porsche y los Lotus. Me atraen la vanguardia que proponían ante cada desafío de diseño. Hay un equilibrio vertiginoso entre fuerza y velocidad, que sobre todo, en estos dos fabricantes, me parece exquisito.
¿Te considerás un amante de los autos?
No: lo que realmente lo que me interesa es la confluencia entre belleza y tecnología, la velocidad que provoca encuentros maravillosos entre estos dos elementos.
Lo que admiro es la evolución del diseño en ciertas etapas de las carreras, y en el ímpetu de los diseñadores por mejorar cada centímetro de las máquinas. Me atraen las historias detrás de este mundo, el componente humano que termina de amalgamar al piloto, al mecánico y a la máquina.
Por otro lado, mi padre y mi tío me acercaron a este mundo.
Mi padre es ingeniero y es un amante de los autos.
Es fanático del Torino, por ejemplo. Tuvo varios. Y por otro lado, mi tío, en Zárate corría carreras en circuitos locales, y también armaba sus propios autos. Cuando yo cumplí 10 años, mi tío me regaló un karting armado por él, con motor de moto, que usamos en las calles de ripio de Bariloche.
Son recuerdos inolvidables y que vuelven a aparecer en este nuevo proyecto en marcha.