Desde su adolescencia Luisa Freixas graba en madera y después talla e imprime sus diseños en telas o empapelados. En una cochera, en su cuarto. Lo hace sin parar. Ahora tiene su propio taller, pero no siempre fue así.
Desde hace tres años tengo taller grande y bello. Antes, pintaba en una baulera, y antes en un cuarto de servicio, en la sala de ascensores del departamento de mis papás, en mi cuarto de cuando era joven. También trabajé en una cochera. En la de mi papá, que no estacionaba el auto para que yo trabajara ahí. A veces quedaban mis trabajos guardados, cualquiera podía meterse y sacarlos. Yo suponía que a nadie le iban a interesar mis cosas y asi fue, nunca nadie me robó.
Mi marido, Fernando, es el ser que más confía en mí y de a poco me fue incentivando a irme a lugares más grandes y mas bellos. ”Si te agrandá de lugar, te agrandás de trabajo. Vas a ver” me decía. Confié en él, y él en mí: un gran resultado.
Y de algún modo fue así. Aunque nunca dejé de trabajar, más allá del espacio. Trabajo todo el tiempo que puedo. Tengo la suerte de amar lo que hago y la suerte de ser una artista. Pero a este lugar me gusta que venga gente, amigas, amigos de mis hijos, clientes. Atiendo en mi taller y es el lugar, en el que más cómoda me siento.