Es fotógrafa y comunicadora, pero lo que más le gusta hacer en la vida es bordar, un arte que aprendió de su abuelo y con el que crea territorios de lana que tiñe con tintes naturales de cada región del país.
Vera Somlo vivió en España durante diez años y en Bélgica otros tantos. Pero nació y se crió en Bariloche. Cuando volvió al país, ya con veintitantos, lo hizo como egresada de la carerra de Periodismo y Comunicación Audiovisual, con una especialización en Estética Cinemátográfica. Ya tenía un recorrido laboral como productora en festivales de cine y gastronomía. Pero como suele pasar, con el retorno al país, volvieron algunos asuntos pendientes. Y ella los asumió.
Siempre había querido estudiar bellas artes pero por algún motivo no lo hizo. Por su cuenta, empezó a hacer los talleres que siempre deseó: de escultura, cerámica, joyería o bordado. A la vez, trabajaba como fotógrafa freelance. En esas nuevas experiencias artísticas todo empezó a cobrar sentido. En 2017 recibió un premio del Fondo Nacional de Las Artes.
En ese nuevo trayecto sensible, recordó los días en los que era una niña y acompañaba a su padre, ingeniero agrónomo, a los campos del sur del país. Muy latente, en su memoria, estaban esas enormes extensiones de tierra y los galpones repletos de lana que él recolectaba como parte de una investigación que buscaba evitar la desertificación de la Patagonia. La lana era un material que se desperdiciaba porque no se comercializaba. No fue casual, que las primeras joyas que Somlo empezó a diseñar, después de estudiar con Mabel Pena, fueran con bellón. Y de uno muy especial: atesorado durante años. Un regalo de un amigo de su padre. “Era una bolsa que mantenía escondida en un armario. Como eso que te quema, pero no te querés hacer del todo cargo”.
Después de esas primeras piezas de joyería, en las que también intervenía metal o bronce, Somlo probó con piezas más grandes. Así nacieron los primeros tapices bordados a mano que hoy expone en Marbella y en Nueva York. Son territorios de más de tres metros de ancho, íntegramente hechos con lana y fibras naturales que pueden llevarle hasta cinco meses de dedicación. Por eso las hace a pedido y en diferentes tamaños.
Objetos de arte que decoran los ambientes y le confieren una estética de lujo artesanal.
Cada uno de los tapices está teñido con métodos ancestrales. Para generar colores Somlo usa plantas nativas de diferentes regiones, como pastos, cochinilla o jarilla.
A veces, se queda despierta hasta las 5 de la mañana bordando con paciencia, como lo hacía con su abuelo a la hora de la siesta. Tardes fundamentales en su recorrido creativo que anida en la proximidad de la infancia.