Se formó en diseño y eco print. Desde El Bolsón desarrolla su proyecto de estampado botánico y busca interpretar la vitalidad de cada especie de la zona.
Cada planta plasma algo de su esencia en las estampa. Pero suele haber una brecha entre lo que la diseñadora (intérprete) cree que la planta va a decir y lo que dice realmente. Y ese misterio, esa sorpresa discursiva, lo que más le fascina a Ana Schvartzman del proceso de impresión botánica que siguen las prendas que crea desde OhRadal.
En su taller cordillerano, en El Bolsón, se ocupa de todos los pasos del desarrollo de la colección que incluye ropa interior, calzas, vestidos y bolsos, que vende a todo el mundo por Internet y en su showroom. A veces también, las lleva de viaje y las muestra ella misma. Ana, que se formó en diseño textil en Israel y se recibió en producción vegetal orgánica en Rio Negro, elige las telas, se ocupa de la moldería, manda a coser, tiñe y estampa. Todo a mano. Antes, recolecta las plantas de la zona que le sirven para la impresión de autor.
A veces, en época de poda (como ahora) encuentra su materia prima entre desechos de jardinería: una parte de ella la usa para estampar y otra para producir tintes naturales. En otras ocasiones obtiene su material de trabajo, recorriendo el bosque en busca de hojas o ramas. Elige entre las especies introducidas (las no autóctonas) como el eucaliptus o el arce; y otras nativas, como el maqui, el pañol o el radal, que le dio nombre a su marca.
El radal fue utilizado por las cultural originarias con un fin medicinal y posee un particular cromatismo (va del amarillo, casi dorado, al marrón pardo) que a la diseñadora le resultó hermosísimo cuando, enamorada de la magnificencia patagónica, empezó a interesarse por el eco print. Por ese entonces, hace cuatro años, nació OhRadal. Además de terminar la tecnicatura, hizo varios cursos con referentes de la técnica: en Uruguay con la artista textil Irit Dulman y en Francia, con el especialista en tintes naturales, Michel García.
“Es muy conmovedor llegar a la montaña y conectar con un entorno que no podés dejar de amar”, cuenta. “Cada planta tiene un alma y una no deja de preguntarse: ¿Cómo me apropio?, ¿cómo interactúo con ellas?, ¿cómo las expreso?”. Y en esa búsqueda, aparecen los interrogantes. Porque la botánica, siempre es una intención.
“Nunca sabés qué va a salir de la olla hasta que sacás la tela que estuvo cocinándose durante dos horas junto a las plantas. La sorpresa tiene que ver con las condiciones de la especie y la estacionalidad. Si agarrás una planta en invierno y llovió mucho, genera más taninos y una pigmentación particular. Esa misma planta, en verano, produce un efecto diferente”. En ese diálogo se actualiza y transparenta su creatividad.