La joyera argentina Agustina Ros crece fuerte en la escena internacional. En España dirige un espacio -Barcelona Glass Studio- en el que se propone animar a que otros experimenten con vidrio. El consumo de arte utilizable y las barreras entre el diseño y el arte pierden fuerza.
Aunque se mudó a España hace ya seis años para aprender a trabajar el vidrio, la diseñadora Agustina Ros siempre vuelve a Misiones, la tierra de su infancia, a buscar inspiración para las piezas que expone en todo el mundo; en Atenas o Nueva York.
En Barcelona mantiene activos varios proyectos creativos a la vez a la vez: además de su marca de joyas, desarrolla la posibilidad de incorporar gases nobles en piezas de vidrio escultóricas sopladas. Además, dicta clases en su estudio Barcelona Glass. En ese espacio taller asienta una de las bases de su trabajo: animar a otros a que trabajen con el material que ella adora. Contagiarles su pasión por la experimentación.
“Es importante desmificar ideas o prejuicios relacionados con la manipulación del vidrio y demostrar, a través de una obra utilitaria de joyería contemporánea, sus posibilidades infinitas y su accesibilidad”
Ros se formó en el mundo de las Bellas Artes y probó la labor manual, la técnica y el oficio en su paso por un taller de artesanías. El diseño le permite generar piezas que tienen una función útil pero que no dejan de estar llenas de autenticidad y creatividad.
En España, estudió Ferrán Collado, cuarta generación de vidrieros en Catalunya, con quien tomó sus primeras lecciones de vidrio soplado bajo la técnica de flame working. Ganó una beca para estudiar en Estados Unidos, enCorning Museum of Glass y Urban Glass. En este trayecto encontró las herramientas de conocimiento y desarrollo en técnicas de vidrio (engraving, flameworking, coldworking, neón) que le dan “plena libertad creativa”.
“Mi encuentro con el diseño es parte del momento que estamos viviendo en el que ha surgido un nuevo concepto de híbrido entre arte, diseño y artesanía donde ya no se tratan como ramas individuales y alejadas, sino como una unión armónica”.
El arte empieza a volverse utilizable y las barreras se caen. “Me gusta mucho esta opción que se está dando en Argentina y en el exterior, de juego del concepto de arte en el que no está claro hasta qué punto es una pieza artística, hasta cuál un objeto y cuándo es algo utilizable para la vida diaria y con mayor alcance de público”
Agustina Ros trabaja con vidrio borosilicato y la técnica de flamework. Utiliza vaporización de metales nobles para generar colores y, según el diseño, terminaciones en plata u oro.
El proceso creativo empieza con el encuentro con soplete: juega a buscar formas y a definir volúmenes para expresar su intención de crear un objeto con utilidad estética y desarrollo artístico.
La especialización en un material fue la llave para fluir y “evitar sentir limitaciones técnicas”, admite. Además, le permite disfrutar durante su creación sin estar condicionada. “Y la joyería contemporánea es el medio que lo une todo, conectando las obras con quien las adquiere, jugando con el cuerpo de quien las lleva, siendo también objeto por sí”.
“En estos últimos años el concepto de joya contemporánea-artística está creciendo con rapidez, llegando a imponerse en espacios de arte como las galerías y logrando llamar la atención fuera del nicho exclusivo de quienes conocen esta especialidad“
También cambió, entiende, el consumo que el público hace de sus piezas. Pierde peso la idea de son sólo para un target exclusivo. “Las personas consumen joyas, ya no sólo como piezas selectas para determinado momento y público, sino como una opción de uso diario o habitual, como pieza en el vestir”. De volverlas cada vez más codiciadas y sublimes, se encarga ella.