El diseñador Andrés Reisinger desarrolló esta silla mucho antes de materializarla. Por estos días la silla Hortensia se exhibe en España y Bruselas y es una muestra de las posibilidades de la tecnología 3D.
La historia empezó al revés: en la imaginación, o mejor dicho, en un programa 3D. Y después pasó al mundo físico. Antes de existir en el mundo real, la silla Hortensia, hecha con 20 mil pétalos de tela rosa, acumuló millones de likes en IG y fue compartida en revistas de diseño de todo el mundo.
Apareció en fotos con muebles reales. Hasta que un día, a su creador, el multidisciplinario Andrés Reisinger (que es argentino pero formó su estudio en Barcelona) le llegaron tres pedidos y no le quedó más opción que poner manos a la obra.
La silla hoy se exhibe en la galería Montoya de la cuidad española y en febrero se mostrará en Bruseales, en Collectible. Además, Reisinger, junto a La Feliz, está preparando una colección de lámparas para presentar este año.
La creación de Hortensia involucra a ocho profesionales y reúne más de catorce procesos diferentes. Se necesitan de ocho a doce semanas para producirla. De hecho, a su autor, que es artista, productor, diseñador de interiores y diseñador gráfico 3D, le llevo más de un año arduo de investigación y desarrollo.
“Todo mi trabajo comienza digitalmente. Llevo más de 10 años trabajando con softwares 3D, por lo que para mí
es muy natural dibujar directamente en 3D. En este proceso encuentro una variedad de resultados, algunos de
ellos no esperados. Intento utilizar siempre el proceso para resaltar el resultado final. Mientras exploraba
texturas florales digitalmente, encontré esa hermosa abstracción de una Hortensia”
Cada tira larga de tela con bordes ondulados se corta con láser antes de agruparse. Cada grupo tiene 40 pétalos diferentes. Los módulos se cosen en un tejido más grueso para crear la tapiceria. Luego, se coloca sobre una espuma esculpida de alta densidad que se apoya en un marco de madera.
Reisinger asume que muchos fabricantes prefieren seguir haciendo lo que ya saben. “Nadie quiere perder tiempo y dinero haciendo investigación, pero para mí es parte del producto final. La mayoría de mis piezas tienen un aspecto extraño y eso hace que deba investigar previamente nuevas maneras de construirlas correctamente. Además, permanecer en la exploración del mundo físico, tampoco es un beneficio: el tiempo estás limitado por tus limitaciones y uno empieza a pensar solo objetos que se pueden desarrollar fácilmente”. Es un error muy común del mercado, agrega el diseñador, evitar cualquier complicación en la producción.
“Me gusta trabajar con el contexto. Mi trabajo no puede ser demasiado explícito o se pierde en lo que ya
sabemos. Una ligera extrañeza es clave. Si es demasiado extraño, se descarta al instante; si no es lo
suficientemente extraño, se absorbe en la realidad cotidiana. Mi trabajo se basa en deformar la realidad, pero no demasiado. Ahí es donde encuentro mi output surrealista”