Formada en talleres de pintura expresionista y creatividad, Romina Bianchi borda a mano alfombras que se parecen bastante a los jardines en los que pasa gran parte del día.
Romina Bianchi siempre estuvo muy conectada con la naturaleza, especialmente con el verde de su jardín. En San Miguel del Monte, en el campo, a unos 10 kilómetros del centro, mantiene un espacio verde en el que siembra y sigue de cerca el proceso de transformación de las semillas que planta.
La necesidad de trabajar con las manos siempre estuvo ahí como “una motivación muy interna, muy sanadora” que primero canalizó por la pintura expresionista y después a través de las alfombras que diseña en arpillera. Es casi una continuidad artística, aunque en los tapices es menos abstracta que con el pincel. Más figurativa que expresionista.
Estudió para maestra jardinera pero casi no ejerció. Desde San Miguel del Monte viajó durante diez años al taller de Rebeca Mendoza. Entraba a las 9 y salí a las 16 de sus clases, verdaderos workshops de creatividad que fueron muy formadores. Ahora tiene su taller en su casa y es ella la que coordina clases de bordado de alfombras en otros espacios.
Hizo otros dos años de grabado en General Belgrano con Josefina de la Canal.
Las alfombras vinieron después: hace cuatro años, cuando tomó un curso de aguja china con hilo y bastidor. Ese mismo día, salió del taller y se compró una aguja para lana y arpillera, que le sirvió de base para su primer modelo, en el que plasmó las flores tacos reina que cultiva en su jardín.
“Trabajo poniendo mucho el cuerpo porque uso telas muy grandes que apoyo en el suelo”. Ahora está haciendo una de 2 x 2,70 metros, la más grande que hizo hasta ahora. Posiblemente le lleve, al menos, dos meses terminarla.
Empieza sin un modelo preconcebido y dibuja, tomando formas de algunos libros de botánica y de la naturaleza. Dibuja y deja que se fusionen entre sí. Recorre la obra. “Si no funciona saco el punto”. Los colores los elige también en función de lo que el diseño va necesitando. Porque, por ahora, “todo fluye sin un propósito comercial”.
No las hace a pedido y le es difícil poner un precio que contemple el trabajo que hay detrás de cada pieza. “Traslado la libertad y espontaneidad con las que lanzo las semillas en mi jardín, a mis pinturas y alfombras”.
Cuando termina de bordar se ocupa de hacerle un acabado a mano en alguno de los tonos que aparecen en el diseño. También, en el revés, le imprime membrana líquida para techos para sellar los puntos y que no se enrosquen, por ejemplo, en algún taco. Porque sabe que estas obras de arte no dejan de ser un objeto de uso encantador.