La diseñadora profesionalizó su disfrute y se animó a cambiar su estilo de vida cuando dejó de trabajar en relación de dependencia. Aprendió de moldes y patrones, logró armar un equipo de gente con oficio y creó su marca de calzado – Dique- hace menos de un año.
Como toda diseñadora gráfica Victoria Cascón siempre pasó muchas horas frente a la compu, pero “su cable a tierra” estaba en otra parte: en el taller que durante años mantuvo en su casa como un “tesoro conquistado” que le aseguraba la “conexión” consigo misma.
En ese espacio refugio, su presente iba tomando forma, casi inconsientemente. Porque hace un año y medio, en 2018, cuando cerró la revista en la trabajó durante más de seis años, decidió arriesgar y hacer crecer ese lugar tan propio. Se convirtió en emprendedora de zapatos de tiempo completo.
“De algún modo puse en jaque todos mis temores y me animé a correr el riesgo. Me daba miedo llevar el proyecto a un nivel de venta porque me parecía difícil, poco rentable, con costos altos y con un margen de error enorme si las cosas no salían bien”, comparte y agrega que parte del impulso fue vislumbrar que también era una oportunidad de cambiar su estilo de vida. “Dejar de estar 10 horas fuera de mi casa y pasar más tiempo con mi hija de 3 años. Recuperar mi casa, mis plantas, la cocina. Aunque la decisión implicara bajar gravemente mis ingresos, estaba convencida de que podía funcionar. Y valió la pena”.
Nada es mágico. Durante cinco años, Victoria aprendió el oficio de fabricación de zapatos con Fernando Lopez Bizcaino, un referente en el sector. En el medio, estudió pintura, encuadernación y serigrafía; pero el calzado tenía algo que la atraía de sobremanera.
“Cada paso en el proceso es una sorpresa y tiene una dificultad importante que se va aligerando con la práctica. La memoria corporal es clave, como cuando el panadero pesa el pan, o las masitas con su mano, ya sabiendo cuántos gramos hay antes de llevarlo a la balanza. Esas cosas me conmueven, me encienden”, dice.
La motivan tanto que en apenas un año logró armar una pequeña colección de zapatos que invitan a distinguirse bajo la marca Dique y a tener un espacio de venta en Palermo. La línea de diseño es atemporal, y se aleja de las tendencias.
La marca pertenece al movimiento de moda lenta, donde la calidad es muy alta y las prendas duran, no se deshechan. También, cuenta, otro de sus objetivos es poder mantener el precio lo más accesible posible, a pesar de que tener un costo alto de producción y mucha mano de obra.
Primero viene el diseño: dibuja variables en papel y luego las pasa a la horma. Decide materiales y adapta las formas según las pautas ergonómicas del pie. Luego hace la moldería y los cortes del cuero.
“Hago una muestra, llevo los moldes al escalista, que lo traduce en un talle y a todos los talles deseados. Le alcanzo los cortes al aparador, y una vez devueltos se los doy al armador y suelero”. Al final, les dá los últimos toques de limpieza, pomada y ajustes.
¿Qué pasos seguiste, desde la idea al inicio de la marca?
Primero hice el diseño de 3 pares de zapatos, para lanzar el verano 2019… pero no llegué. El proceso es lento, tuve que aprender a ser paciente. Así que después de frustrarme y presionarme con el tema tiempos, empecé a tomármelo con calma. Después de tener los diseños y las muestras hechas, comencé a armar el equipo de personas con las que trabajaría. Me costó mucho.
Una vez que conformé el equipo o la red de personas con las que podía contar, diseñé la identidad gráfica, el concepto, estilo, público y objetivos. Armé mi sitio web, y el instagram shopping…. y empecé. Como el zapato es un producto que requiere ser probado para ser comprado, necesité un showroom en el que poder recibir a mis clientas. Ese fue el último paso a resolver.
¿Qué dirías que es lo que más te costó?
Delegar, y armar la red de personas con las que hoy estoy trabajando. De hecho aun sigo buscando, por ejemplo, un cortador. Di muchas vueltas, consulté a mucha gente del mundo del zapato, y es difícil, porque la mayoría de los trabajadores están en fábricas y no reciben trabajo de manera particular. Encontrar armadores, aparadores, cortadores no es fácil, como optar por una imprenta. Hay que estar metido en el rubro y estar relacionado con ese mundo. Son pocos y la mayoría no vive en capital.
¿Cómo es el proceso de producción?
Por el momento prefiero no trabajar con fábricas o talleres, porque me alejan del proceso. Ahora estoy trabajando con un trabajador específico para cada etapa y tarea. El paso a paso requiere de un cambrado (la forma de la bota a la que se adapta el cuero con calor, previo al aparado y al armado), un aparador (costura), un armador (artesanal, sobre la horma), suelero (el que paga las bases y tacos, de suela o pvc), desformador (el que lija y pinta esa suela para que quede uniforme), y empaquista (corrige y lustra detalles finales).
Cada uno de estos trabajos se consideran un oficio mismo, dentro del oficio en sí. Esto me parece encantador y me mantiene atenta. Vivir de cerca todo el proceso me hace sentir muy libre y poderosa. Como cuando pedaleás en bici que te sentís el motor y dependés de tu fuerza para avanzar. Esa sensación sólo la siento cuando hago zapatos o cuando compro algo artesanal, un producto – joya en el que alguien estuvo pedaleando mucho tiempo hasta lograrlo.