Diseña rompecabezas que se convierten en cabezas de animales de papel, atractivas para armar y personalizar cualquier ambiente.
Los conocidos de la arquitecta Greta Zuberbühler quedaban encantados de recibir una cabeza de animal como regalo de cumpleaños. Les divertía tanto el armado, pieza por pieza, que una noche, un amigo, ingeniero industrial, insistió: “che, está buenísimo lo que hacés. ¿Por qué no armás un proyecto con eso”. Así nació Zeta 3D, la marca de rompecabezas a la que su creadora le inyecta todo el tiempo libre que puede: de 10 a 18 integra un estudio de arquitectura y, además, con Carlos Santamarina (ese amigo motivador, que formó parte del proyecto en sus inicios) desarrolla algunas piezas en hierro a otra escala.
Al principio, diseñaba en compu, imprimía y armaba. Quería estar segura de que las piezas encajaban a la perfección y que el armado no era difícil. Probaba mucho. “Ahora, con sólo mirar, me doy cuenta de la complejidad que puede tener la cabeza terminada”. Una vez que modela en 3 D, despliega, aplana y va viendo cómo armar la figura.
Antes hay un trabajo de inmersión morfológica y observación minuciosa del animal. Porque cada uno, cuenta Greta, mantiene su personalidad; más allá de la síntesis. “Siempre me resultaron atractivos en relación a su forma. Estamos muy acostumbrados a verlos pero no nos detenemos a apreciarlos en su totalidad”, comparte. Le interesa, asume, que el animal se siga leyendo en papel. Para lograrlo mira fotografías y los analiza con atención desde distintos ángulos, hasta dar con la características que se van repitiendo en cada especie. “Cuando tengo reconocible la forma, empiezo a limpiarlos hasta que puedo sacar la mayor cantidad de detalles”.
El elefante, la vaca, el oso, el tigre, el caballo y el búho, los modelos disponibles actualmente, siguen ese proceso creativo. En carpeta, hay otros tantos modelos, que todavía no salieron a la venta y que en cuanto pueda espera sacar de la etapa prototipo. Necesita espacios en blanco y no le quedan tantos. También tiene que ocuparse de estas otras estructuras en hierro que está armando con su co equiper.
Y el proceso creativo tiene, como suele suceder, altibajos. A veces se sienta cuarenta minutos en la “compu” y le encanta el resultado; otras, se frustra, sin haber hecho demasiado. “Trato de no estar más de dos horas intentando. Si estoy bloqueada, prefiero esperar y volver a probar”.
El resto del proceso queda librado casi al azar. Porque quien los adopta y se los lleva a casa le impone su impronta. Las cabezas se pueden intervenir: pintar o dibujar. Cada una, viene con su kit de armado: espátula, cola vinílica, instrucciones. Como bromea Greta: “te vas al medio del desierto y lo armás”.
Que cada quien pueda modelarlas a su antojo es parte de la esencia del proyecto. “La idea es que se apropien y hagan suya la propia pieza de decoración”. Un poco como le gusta a ella. Que si ve algo que la enamora, antes de comprarlo, intenta hacerlo. Esa apropiación tiene el valor agregado de la firma propia. Se vuelve único.