Mientras se recuperaba de una operación difícil, Agustina Giorgio aprendió a bordar. Le enseñó su gran amiga, Francisca Hollmann. Juntas crearon Tienda Rosaura y empezaron a diseñar objetos de tela encantadores.
“Si zafo de ésta quiero que me enseñes a coser”, le pidió Agustina Giorgio a su mejor amiga Francisca Hollmann Y así fue. En ese momento -hace ocho años- la acababan de operar de un tumor cerebral y había pasado un tiempo internada.
“Apenas me dieron el alta, Fran empezó a venir a casa todas las semanas, y entre charla y charla fueron aparecieron el hilo, la aguja y los retazos de tela. De a poco, eso que había comenzado como algo terapéutico se fue transformando en algo más. Fuimos ensayando y creando objetos que nos gustaban, queríamos que nuestros hijos pudieran jugar con otras cosas. Mi hija Mora, tenía 9 meses en ese momento”, recuerda Agustina, que al igual que su amiga del alma se recibió de Comunicadora Social con Orientación Comunitaria.
De hecho el nombre del proyecto (Tienda Rosaura) evoca a esos años en el que pasaban mucho tiempo estudiando y conversando, mate por medio. Rosaura era el nombre con el que Agustina había bautizado a su pava japonesa y siempre tuvo un sentido especial para ellas, “símbolo del encuentro y del acompañarnos una a la otra”
El proyecto empezó a surgir así. Y casi sin que se dieran cuenta, comenzaron a darle vida a la Tienda Rosaura, un espacio en el que crean a mano, con distintas técnicas y materiales, tiernos y delicados objetos para grandes y chicos.
En Rosaura, explica Francisca, elegimos los géneros y los hilos porque hay algo en el lenguaje textil que nos atrae y apasiona. Muchas de esas telas son reutilizadas, nos regalan fabricas, marcas y amigos; retazos que ya no usan y a los que amamos encontrarle un nuevo uso.
Hay algo en la transformación que nos convoca. Por otra parte, es un material que tiene muchas posibilidades, es versátil y diverso. Un retazo de tela, un hilo y una aguja, te permiten un sinfín de posibilidades.
“Coser, bordar, pintar, el collage, agrega Agustina, son modos de decir: maneras que vamos encontrando a medida que nos adentramos en el lenguaje textil“
Armamos el taller en nuestras casas. Las dos tenemos hijos chiquitos y este proyecto nos permitió complementar nuestras maternidades con el trabajo. Es una tarea difícil y compleja, pero intentamos equilibrar ambas cosas, a veces lo logramos y otras se vuelve un poco caótico. Este año estamos pensando en buscar un espacio nuevo que nos permita crecer.
¿Qué tratan de que transmitan sus piezas?
Agustina: en los diseños que hacemos para chicos, el objetivo es que ese producto, sea capaz de ayudarlos a desarrollar su imaginación. Que abran puertas, que los inviten a crear, a descubrir texturas, a imaginar, a dialogar con los padres, a descubrir habilidades que muchas veces ni siquiera saben que tienen. Nos interesa revalorizar el sentido del hacer y del crear con nuestras propias manos. Nuestra identidad de marca tiene que ver con buscar propuestas que hagan bien.
¿Cómo es el proceso creativo?
Francisca: En general, primero aparece la idea, puede ser en el colectivo, a la noche, mientras llevo los chicos al cole o en casa. Enseguida trato de escribirlo, dibujarlo y probarlo. Necesito hacerlo y en ese hacer voy creando. En general, en un estado de caos total, voy sacando telas, hilos, papeles y solo ordeno cuando logré mi objetivo.
Por otra parte, me encanta ver que se está haciendo en otros lugares, hay personas con mucho talento. Paso muchas horas mirando, disfrutando y aprendiendo.
Agustina: Yo soy más voladora y me cuesta más traducir en un objeto la idea. Generalmente le digo a Fran: ‘¿y si hacemos algo para esta edad/ público o problemática?’ y Fran pasa a prototipo mis fantasías. Después comienza el debate: si es correcto el material, si está bien implementada la idea o si la producción es viable. Seguimos moldeando el diseño.
¿En qué proyecto están trabajando?
Agustina: Le estamos poniendo mucha energía a un producto que lanzamos el año pasado y que ganó un premio del Fondo Nacional de la Artes. Es un Kit de bordado, basado en animales autóctonos de nuestro país. Está pensado para chicos y chicas a partir de 4 años y es un proyecto que nos llena de orgullo y felicidad.
Dimos talleres en diferentes lugares del país y comprobamos que los chicos disfrutan mucho de ese hacer. A diferencia de lo que a veces se cree, el bordado convoca y entusiasma. El bordado no está vinculado a una práctica pasiva de mujeres que esperaban a sus maridos. Hay una cuestión de género que no determina la acción, el bordado hoy supera esa barrera y lo concebimos como un arte más, como un modo de expresión artística.
Francisca: Por otra parte, estamos desarrollando una línea de personajes para el Museo Nacional de Bellas Artes. Ya lanzamos los Soldaditos basados en la obra de Cándido López y Manuelita de Prilidiano Pueyrredón.
El año pasado, empezamos a trabajar con Arredo en una campaña para fin de año que tenía que ver con crear muñequitas a partir de los desechos de la fábrica.
¿Cuál dirían que es la parte más compleja del proyecto?
Francisca: es aprender a administrar nuestro tiempo, y esto significa valorizarlo. Cuando uno emprende hace básicamente todo, pero llega un momento en que para poder crecer necesita establecer prioridades, aprender a delegar, soltar y poner la energía en donde se necesita y no en donde uno quiere.
¿Y cómo se dividen los roles?
Francisca: Tenemos maneras muy diferentes de trabajar y eso hace que nos complementamos muy bien. Yo necesito sentir que avanzo, soy bastante caótica en el hacer, me gusta esa adrenalina. Aunque las dos hacemos un poco de todo, me encargo más del área de producción.
Agustina: yo soy más toc con el orden, los colores, el tipo de géneros, la imagen. Podría pasar toda una semana separando las telas por color y guardándolas tipo arcoiris. Me divierte y me gusta el resultado. Pero eso hace que sea más vueltera y que cuando voy a armar algo tarde el doble que Fran, porque me entretengo ordenando y doblando telitas. Soy más de armar contactos y reuniones.
Si tuvieran que pensar en las motivaciones para hacer lo que hacen, ¿qué dirían?
Francisca: Es difícil saber por qué te apasiona algo, yo creo que es algo que te pasa o no. Lo difícil es encontrar esa motivación. Y poder sostenerla. Una vez que encontrás, el gran desafío es hacer que eso que te apasiona sea sustentable, ahí está la tarea.
Agustina: me motiva mucho el camino recorrido, ver cómo de la nada, o más bien de una situación compleja o difícil creamos tanto, cómo crecimos, cómo nos reinventamos. Si barajara las cartas de nuevo, no podría hacerlo sin que esté Tienda Rosaura en mi vida: un proyecto es como un hijo, una vez que está no te podés imaginar sin él.