Luciana Goldstein además de psicóloga infantil es una emprendedora todo terreno. Desde Ponchi Market desarrolla propuestas gastronómicas muy creativas para que los chicos jueguen y se desarrollen. El año pasado, en medio de una crisis que la llevó a pensar en renunciar a su proyecto, se asoció con la arquitecta Lucía Conte y redobló la apuesta.
El proyecto de Ponchi Market empezó el día en el que la psicóloga Luciana Goldstein comenzó buscar juegos didácticos para trabajar en el consultorio con sus pacientes, niños y niñas y no encontró lo que necesitaba: opciones de comiditas realistas que ayuden a recrear escenas de juego.
Así, en 2014 empezó a hacer algunas propuestas gastronómicas en tela y un años después, en 2015, empezó a tercerizar la producción y a profesionalizar cada etapa del proyecto.
Pero fue en 2017, con la participación en Puro Diseño, que el emprendimiento da un gran salto. “Fue una manera de consolidar la marca, de afirmarla en el mercado y darle visibilidad. De decir ‘acá estoy’ de una manera contundente y seria”, asume esta emprendedora.
“Fue un gran desafío -recuerda Luciana- porque además invertí en el armado del stand con un equipo que me ayudó a darle materialidad a mi presencia online”
Ponchi es una propuesta de juguetes didácticos que hace el foco en el juego simbólico, usando la comida como excusa para relacionarse con el otro.
La propuesta es que los chicos hagan de cuenta que cocinan, que compran o sirven. “Jugar es la base de la constitución en la infancia y como psicologa infantil sé lo importante que es tener juguetes que estimulen esta actividad”, cuenta
ANIMARSE A CAMBIAR
Convertirse en emprendedora la llevó a asumir nuevas facetas. Especialmente la de “tolerar la de aprender a tolerar la incertidumbre”.
Eso de “poder seguir aunque no sepas lo que va a pasar”.
El año pasado fue una etapa muy difícil, incluso pensó en dejarlo todo. Pero encontró una manera de reinventarse. Y en ese escenario complejo decidió asociarse con Lucía Conte, arquitecta y creadora de los libros sensoriales kiwi.
Ya se conocían y venían trabajando juntas en otro proyecto. Con la incorporación de Lucía el proyecto dio otro giro.
Cambiaron el modo de producir, la tela, el diseño y todo el concepto. “Empezamos a trabajar con una tela que es mucho mejor que el pañolenci porque no se hace bolita y nos permite tener nuestra propia paleta de colores. Además cortamos con máquina láser que nos posibilita tener un mayor volumen de producción”, cuenta.
Ser dos, les permite dividirse los roles y aliviarse mutuamente. Ahora Luciana se enfoca en el área de ventas, comunicación y marketing y Lucía se ocupa de producción y distribución.
“Estar en equipo hace que todo sea más fácil para afrontar incluso los cambios que a veces necesita el proyecto y que hay que dejarlos ser. Aunque el movimiento parezca hacer que el escenario se vuelva aún más incierto”.
Pero es parte del asunto. Ella lo sabe muy bien.