Este team de creativas cordobesas transforma el plástico de bolsas de descarte en bolsos y accesorios de moda o cuadernos modernos y coloridos.
La inquietud por la cantidad de plástico que usamos en la vida cotidiana y su breve vida útil, motivó a la diseñadora Paola Cervio y a la arquitecta Josefina Sperat a desarrollar una marca en la que las bolsas que suelen terminar en la basura se convierte en un recurso valiosísimo y muta en objetos de diseños. En carteras cancheras y personales; en prácticos cuadernos o estuches para guardar los lentes, portadocumentos y otros accesorios para llevar.
Una sola billetera de Nazca Objetos está fabricada con 70 bolsas plásticas, que de otro modo, estarían dando vueltas en el ambiente: si permanecen enterradas tardan 1000 años en degradarse.
En 2016, en Córdoba, juntas empezaron a darle forma al proyecto, entusiasmadas por las posibilidades estéticas y funcionales del material, pero también atraídas con la idea promover una iniciativa de impacto positivo.
Coherentes con la misión del proyecto, cada producto busca minimizar el impacto ambiental. La mayoría de las piezas se encastran y pliegan para reducir el uso de energía y obtener un diseño funcional.
“Estamos convencidas de que lo descartado o clasificado como basura es solo el producto de una construcción social instalada y de que hay un gran abanico de posibilidades productivas en torno a nuestros desechos”, explica Sperat.
El proceso de producción no es fácil y una de las principales dificultades es justamente las particularidades de la materia prima, incluidas la limpieza y separación. Pero también esa complejidad las seduce.
“El plástico que nos llega es siempre distinto y en la fusión se comportan de diferente manera; si bien la experiencia nos ayuda a prever ciertos patrones”, agrega Cervio.
La escala es otro factor crítico. “Por el momento nos encargamos de todo nosotras y el carácter manual de todo el proceso nos insume mucho tiempo y dedicación”, cuenta Sperat.
Cada color es el resultado de una bolsa reciclada y como cada producto es único, el diseño es como un cuadro donde jugamos con los tonos, el fundido de los plásticos y las texturas que generan.
La ruta de acopio es muy variable. “A veces alguien nos llama y nos cuenta que tiene plástico en cantidad y hay amigos que nos acercan sus bolsas. La gente quiere involucrarse cada vez más, pero por el momento, nuestra escala de producción es pequeña y se nos hace difícil responder como quisiéramos; recibiendo y almacenando todas las bolsas en desuso”, dice Sperat y Paola agrega que, por suerte, sus clientes valoran que las piezas estén hechas con descarte.
El origen de la materia prima es asumida como un valor agregado; incluso, el resultado final sorprende a sus seguidores. A la gente le cuesta creer de dónde viene el objeto, cuentan las diseñadoras. Es que “la basura pierde su connotación como tal”. Y esa potencia se suma al hecho de que cada estampa es singular. No hay dos iguales. Doble acierto.