El arquitecto se enfoca en nuevos proyectos que tienen que ver con la unión con lo local y artesanal. Volver a revisar la comodidad de los espacios propios es una de las consecuencias de esta nueva normalidad a la que el diseño tiene mucho que aportar.
Julio Oropel está de lo más activo, emprendiendo nuevas cosas todo el tiempo a medida que el contexto se lo permite.
Está terminando de diseñar los interiores de una casa en Olivos y pensando proyectos a futuro. En el medio, terminó de construir su estudio: un PH encantador, en la frontera entre Barracas y San Telmo que comparte con su pareja de hace 22 años, el creativo José Luis Zacarías Otiñano.
¿Qué cambios trajo para el diseño esta crisis?
Lo volvió muy importante, cada vez: la gente quiere vivir con comodidad y la pandemia hizo que cada uno re descubriera sus lugares. Que quiera rodearse de elementos lindos, de aromas interesantes; lograr que su cocina sea más funcional, que su cama sea más cómoda y el living más acogedor. El diseño se hizo presente para aportar elementos a tu hábitat en el cual puedas vivir cada vez mejor”
¿Qué te pasó a vos en esta crisis?, ¿cómo mantuviste a flote la creatividad?
Redescubrí un montón de cosas porque hice el ejercicio de mirar hacia atrás (algo que no suelo hacer, siempre me concentro más en el presente y en el futuro), pero me enfoqué en ver archivos fotográficos, revisar trabajos de hace algún tiempo. Me detuve a leer libros pendientes y a escuchar a gente de otras disciplinas para analizar su pensamiento.
Soy un gran admirador de la inteligencia, de la creatividad y de la gente que continuamente busca superarte.
Aproveché el aislamiento para hacer algunos muy interesantes sobre naturaleza diseñada con Pablo La Padula (biólogo y artista plástico) y de patrimonio arquitectónico.
Mejoré un montón de cosas que tenía ganas de hacer. Y también empecé a gestar un proyecto que quiero hacer hace mucho tiempo y que voy a activar en cuanto pueda viajar a una zona de nuestro país. Todavía no puedo decir mucho, pero tiene que ver con la unión de ciertas técnicas muy particulares de nuestro país, con materiales y fibras naturales.
Averiguar sobre ciertas culturas antiguas de nuestro país para poder generar elementos y diseños me tiene muy entusiasmado.
La revalorización del pasado está en su trayectoria como diseñador y arquitecto. De hecho, el sillón Hugo es una de sus piezas contemporáneas más icónicas.
Está hecha de cuero y clavos a través de una técnica muy antigua y artesanal. Representa un momento de su carrera y es también, un homenaje a su padre.
¿Cómo funciona la dupla creativa con José Luis Zacarías Otiñano?
Muy bien porque cada uno tiene su esquema mental. Nos potenciamos (en algunas cosas demasiado) y en otras nos peleamos: él tiene su mirada y yo la mía, pero creo que nos complementamos. Y hay un cierto punto en el que prefiero diseñar, pensar o actuar de manera individual. Necesito mis tiempos y mi microclima particular y creo que eso es muy positivo también.
¿Qué es el diseño para vos?
Primero es una parte fundamental de mi vida, junto con la arquitectura. Y es todo aquello que creamos o que los especialistas generamos, para dar respuesta a las necesidades de los usuarios. Y algo clave: el diseño viene a cumplir una función utilitaria o a responder a algo que la gente necesita. Sino no tiene razón de ser.
Además es mi gran pasión y una parte importante de mi vida, junto con la arquitectura y el estudio. Siempre fui muy estudioso e inquieto. Después de que terminé matemática, me anoté en ingeniería y un impulso me llevó a la arquitectura. Empecé y seguí. Los edificios de las facultades, en Córdoba (donde nació y estudió), estaban enfrentadas.
¿De dónde surgen las ideas?
Nunca de un mismo lugar y de todo a la vez. Cuando sos diseñador todo te inspira: la naturaleza, la ciudad, la luz de la gente. Todo. Depende siempre de cada situación y de cada objetivo. Si es una obra de arquitectura o un interiorismo, si es un mueble o un objeto. En todo lo que hago hay un proceso previo de investigación y de observación, que es fundamental.
¿Dos reglas que convienen romper como diseñador?
Es conveniente no atarse a ninguna ley. Los diseños más interesantes son aquellos que surgen cuando hay un grado de libertad mayor. Siempre hay límites dados por la construcción, la materialidad, el costo. Pero conviene intentar encontrar las formas para vencerlos o resolverlos. Si el condicionante es el costo, por ejemplo, quizás se puede buscar algún material más simple para reemplazar otro.
¿Qué sabés ahora que te hubiera gustado saber cuando empezaste a diseñar?
Que todo es experimentación. Esta rutina o profesión tiene etapas de prueba y error. Aunque tengas años de experiencia, trabajás con situaciones y materiales nuevos donde hay que empezar a probar casi desde cero. Y el trayecto hay que hacerlo solo. Cada uno tiene su proceso natural y es importante no saltarse etapas. Uno va armando su camino, eligiendo sus materiales preferidos y sus modos.
¿Qué objetos te rodean cuando trabajás?
El pensar el diseño o ese proceso previo en el que la mente empieza a trabajar sin freno y sin límites, se puede dar en cualquier momento y lugar: estás tomando un café, leyendo un libro, mirando televisión o en medio de un viaje, y tu mente va elaborando. Ele sentarse a dibujar viene después: cuando mi mente ya hizo una elaboración previa y me ocupo de definir más escalas y proporciones. Y ese espacio es muy simple, mi computadora y no mucho más. Me encanta dibujar a mano alzada cuando quiero plasmar en papel y lápiz alguna idea para que no se me escape. También, me gusta mucho trabajar en mi dormitorio. Obviamente, mi nuevo espacio va a ser un bunker. Le estoy poniendo mucho a mi nuevo espacio en San Telmo. Es una nueva tipología que estoy muy complacido de poder experimentar. Un gran desafío.