La diseñadora suiza Céline Arnould, experimenta la fusión de estos dos materiales y fabrica una serie de piezas sofisticadas y originales con el pelo que ella misma se encarga de recolectar.
“Salvaje, domesticado, repugnante, hermoso”. El cabello cobra muchos sentidos. Y puede, también, ser concebido como un material interesante para transmitir un concepto. La diseñadora suiza Céline Arnould lanzó una serie de vasijas de porcelana en las que utiliza cabello de personas cercanas a ella: una versión contemporánea de las cerraduras que los victorianos usaban como símbolos de amor o de pérdida.
Los moldes inflables en forma de anillo recuerdan el recogido apretado de una bailarina.
Arnould cortó ella misma (porque además de diseñadora es peluquera) y recolectó los mechones de gente querida e incorporó los restos que dejan las peluquerías para usarlos como base de trece cuencos diferentes. Cada uno está dedicado a una de estas personas y lleva su nombre.
En el horno, el cabello se quema y deja impresiones o impresiones de lo que una vez fue.
El cabello, reflexiona la diseñadora, puede, si todavía está conectado a la cabeza, representar la salud y la belleza; pero una vez que se separa del cuerpo, genera asociaciones no tan positivas, como el asco. Por eso, decidió combinarlo, para contrarrestar con un material fino como la porcelana o la cerámica.
“Sumerjo los rizos y las trenzas en la masa de porcelana y los coloco en el molde para que se sequen. Si quiero tener un objeto con cabello lacio, primero lo acomodo y luego pinto la masa de porcelana sobre él. Hago todo esto capa por capa”. El proceso suele ser de cuatro o seis horas.
Su proyecto, muestra la combinación de materiales como una tensión entre la porcelana fina y otra peluda.
“Mi diseño se basa en el trabajo orientado a procesos. Esto requiere tener suficiente tiempo para dejarse llevar por los experimentos y seguir tu intuición. Esta forma de trabajar me libera del miedo a cometer errores y puede verse como un patio de recreo para generar innovación”